miércoles, 10 de noviembre de 2010

EL café de la RAE. Una reflexión sobre las novedades ortográficas de la Academia

Cada vez nos lo ponen más difícil a quienes defendemos a diario el buen uso del español con la idea de preservar la belleza de este idioma que une dos orillas de un océano y que compartimos millones de habitantes del planeta Tierra.

Precisamente por eso, porque somos muchos los humanos que nos comunicamos empleando esta lengua, existe un organismo internacional encargado de velar por sus reglas, con el fin de conseguir un lenguaje más o menos homogéneo que facilite la comunicación. Pues de eso se trata a fin de cuentas, de poder comunicarnos. En este sentido siempre me he guiado por las normas que dicta la Real Academia de la Lengua a la hora de escribir con pulcritud y corrección. Si soy escritora, yo soy lo que escribo.

Sin embargo, como he dicho al principio, cada vez resulta más difícil nadar a contracorriente de un mundo que se empeña en multiplicar a gritos las incorrecciones ortogramaticales a través de las distintas e inmensas redes de comunicación que hace ya tiempo que superaron con creces la hoy casi ingenua concepción de “Aldea Global” de McLuhan.

Día a día me enfrento a atentados constantes contra el Español en forma de vulgarismos, laísmos, leísmos y queísmos que, de tan extendidos en la televisión, la red, la prensa y el habla cotidiana, han saltado a los libros, antiguos baluartes de la alta cultura. Hoy en día cualquiera puede publicar un libro, e incluso aquellas personas a las que se les supone un mínimo poso cultural flaquean en la gramática y la ortografía, aunque no son conscientes de su ignorancia.

Así, muchos universitarios y universitarias (¡y hasta catedráticos!), hablando incorrectamente, nos “informan que”, cuando deberían “informarnos de que”, o se preguntan “que la pasa” cuando deberían más bien preguntarse “qué LE pasa” aunque el objeto de sus desvelos sea una mujer. Y no hablemos ya de la rifa de las tildes en los textos escritos, o del sorteo de las haches, las bes y las uves.

Tan amplia es esta plaga que en más de una ocasión he comprobado con espanto –con el DRAE y el Diccionario Panhispánico de Dudas en la mano– que el equipo de correctores de una editorial ha realizado cambios en alguno de mis libros tras haberlo revisado yo, convirtiendo una frase correcta en una incorrecta aunque, eso sí, muy acorde con el habla vulgar. Por supuesto, luego se han rasgado las vestiduras, pero a mí cada uno de esos errores que vivían bajo mi firma sin mi consentimiento me ha dolido como una puñalada.

Pues bien, digo todo esto porque precisamente el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española es la única fortaleza en la que nos amparamos quienes queremos evitar el expolio y deterioro vertiginoso de la lengua castellana. Sin embargo, a veces los académicos, en aras de la modernidad y la adecuación a los tiempos, traicionan ese principio de la vieja institución que según afirmaban “Fija, limpia y da esplendor” a nuestro idioma.

No me parece mal que la Academia acepte neologismos como “pósit”, “grafitero” u “oenegé”, ya que cualquier idioma ha de adaptarse a los tiempos, pero algunas incorporaciones como “antiespañol”, “antifrancés” y “antiamericano” pueden llevarnos a pensar que ese afán por estar a la última lleva a nuestros académicos a hacer algunas incorporaciones más políticas que necesarias. Ya puestos ¿por qué no incluir también "antialémán", "antiaustraliano" "antiaustriaco" o "antiiraní"?, digo yo.

Pero muchas veces lo peor no son las incorporaciones, sino algunas enmiendas ortográficas que, de algún modo, son sólo una claudicación ante la incultura reinante. Cómo si no se puede interpretar el cambio ya anunciado para la vigésima tercera edición del DRAE que consistirá en eliminar la tilde diacrítica (¡dios mío! ¿qué significará ese extraño vocablo?) en la palabra “sólo”, únicamente porque los "genios" producidos por la ESO no son capaces de distinguir cuándo esa combinación de cuatro letras se usa como adjetivo (sin tilde) o como adverbio (con la susodicha tilde diacrítica).

Ese tipo de reglas de puntuación tienen un sentido. No es lo mismo decir “me tomé sólo un café” que “me tomé solo un café”. Si nos quitan la tilde cómo sabremos si quien estaba solo era el café o quien lo escribe.

En fin, que cualquier día nos incorporan al diccionario “tomatelpollo” y “cocreta” y se quedan tan anchos. ¡Que viva el pueblo!

Aquí os dejo algunas las nuevas reglas ortográficas que la RAE acaba de difundir:

1.- La letra Y ya no se denominará “i griega”, sino “ye”.

2.- La b será “be” y no “be larga”, como se la denomina comunmente en América Latina.

3.- Se eliminará la tilde diacrítica en el adverbio "sólo" (de solamente) y en los demostrativos ("este", "ese", "aquel" y sus plurales)

4.- También se elimina la tilde de la letra "o" que hasta ahora se usaba al escribirla entre cifras (ej: "1 ó 2")

5.- Las palabras "Iraq", "Qatar", "quásar", "quórum" son, según la RAE,“una incongruencia con las reglas”, por lo que a partir de ahora deberán escribirse con “c” o con “k”, según el caso: "Irak", "Catar", "cuásar", "cuórum". Quien prefiera su grafía original, tendrá que tratarlas como si fueran extranjerismo, es decir, escribirlas sin tilde y preferiblemente en cursiva.

6.- "Guión" se escribirá "guion". Hasta ahora, la RAE consideraba "monosílabas a efectos ortográficos las palabras que incluían una secuencia de vocales pronunciadas como hiatos en unas áreas hispánicas y como diptongos en otras". Sin embargo, permitía "la escritura con tilde a aquellas personas que percibieran claramente la existencia de hiato". Se podía, por tanto, escribir guion-guión, hui-huí, riais. La nueva Ortografía considera que en estas palabras son "monosílabas a efectos ortográficos" y que, cualquiera sea su forma de pronunciarlas, se escriban siempre sin tilde.

7.-El prefijo ex ya no se escribirá separado a la palabra a la que precede. A partir de ahora fórmulas como "exministro" o "exmarido", se escribirán en una sola palabra. Sólo las fórmulas compuestas como "ex capitán general" llevarán el prefijo separado.

7 comentarios:

Isabel Mercadé dijo...

Ha habido bastantes comentarios sobre esto en Fb y otros foros. A muchos nos parece un desafuero. Muchos estamos de acuerdo contigo.
Un abrazo, Gracia.
P.S. Mira por dónde la palabra de comprobación es "dises", pues eso...

Gracia Iglesias dijo...

Gracias por tu comentario, Bel, siempre es muy grato leerte por aquí.
ES curioso eso de las palabras de comprobación, el otro día me salío "matale" y la puse mal aposta para que me saliera otra. ;-)

Enrique Gracia Trinidad (EGT) dijo...

Cuánta razón tienes, querida amiga.
La dejación de la RAE es insufrible a veces. Les ocurre como a los políticos: cuando alcanzan el poder se olvidan de la vida cotidiana. Fíjate en la cantidad de "sino" y "si no" y los "por que" y "porque" que se confunden en Internet y hasta en prensa. El día menos pensado, la RAE cede y lo unifican todo. Es la ley de enrasar por abajo y dar categoría de "creación idiomática" al error y la ignorancia. La RAE es una rémora que no permite evolucionar al idioma y encima no para de hacer estas tonterías.
Estupendo este artículo, amiga.

Gracia Iglesias dijo...

Tú lo has dicho perfectamente, Enrique, la tendencia es "enrasar por abajo" y eso es lo que me duele y me preocupa.

Me alegra que menciones en tu comentario los terribles "sino" y los "porque", ya que son incomodísimas espinas que siembran a diario mi lectura, no sólo en los medios digitales sino, para mi desdicha (y la de nuestro idioma), también los libros y los medios impresos. ¡Y qué me dices del tan extendido "haber si qdamos", en lugar de su forma correcta "a ver si quedamos"!, o de las constantes confusiones entre "echo" y "hecho". Son cosas que no añadí en mi artículo para no hacerlo demasiado largo, pero que me irritan profundamente, sobre todo cuando las leo en tesxtos de personas que dicen de sí mismas que son escritoras o escritores y que hasta publican libros incluso de poesía que, en mi opinión, debería protegerse como la más elevada forma de literatura.

Villo dijo...

La cosa anda así. El lenguaje tomará una deriva reduccionista. El lenguaje tiene capacidad de penetrar y cambiar desde estados de ánimo hasta estados con geografía definida. Me conozco y voy a por un artículo de fondo escrito con prisas, imposible afán...Lo dejo.
Creo, hablo de memoria, que la tilde del sólo, ya está desaconsejada desde 1958 y que debe utilizarse en casos de confusión manifiesta....
Voy a enterarme bien enterado, que he pasado a saludarte, Gracia, y a punto he estado de echar un discursito, mi capacidad de síntesis es casi nula.
Besos, Gracia.
Me gusta tu Blog, pensé que ya era seguidor y me descubro como un número que redondea el buen gusto: 80, soy el número 80.
Hasta ahora.

Gracia Iglesias dijo...

Hola Villo. Me alegra mucho que seas el seguidor número 80 de este Vals y también me gusta que comentes y que entres en polémica, porque para eso están los blogs, creo yo. En cuanto a lo de alargarse o dar "discursitos", creo que es una forma muy saludable de poner en práctica la libertad de expresión.
De hecho, permíteme que yo te responda con mi pequeño discursito (también soy de las que suelta una conferencia a la mínima).

Por un lado, soy perfectamente consciente de que el lenguaje escrito, igual que el oral, debe evolucionar. De otra forma aún nos comunicaríamos mediante jeroglíficos o escritura cuneiforme. Sin embargo, opino que esa evolución debe ser para mejor; una evolución que ayude a perfeccionar el lenguaje, a deshacer los malentendidos, a enriquecer y no a empobrecer, a crear confusión y a sustentar malentendidos. Con respecto a la tilde de la palabra “solo”, la mencionaba en mi post como un ejemplo de este empobrecimiento al que tiende la RAE, aunque lo que me preocupa de verdad es que esa tendencia se extienda dando por válido el queísmo o las formulaciones gramaticales de aquellos que no se preocupan por cuidar nuestro lenguaje; haciendo así inútil el esfuerzo de quienes sí nos preocupamos por ello.

Gracia Iglesias dijo...

Volviendo al caso del “solo” con o sin tilde, te diré que un principio la Academia establecía que en cualquier caso el adverbio debía ir acentuado, aunque más tarde, en vista del mal uso que se hacía de la tilde, la institución acordó nivelar (por abajo, como decía Enrique Gracia), recomendado que no se acentuase excepto en casos de confusión manifiesta. No era una norma, sino una recomendación, de modo que quienes seguíamos utilizando la tilde en el adverbio no estábamos incurriendo en falta de ortografía, mientras que otros que no hacían la distinción en casos de confusión manifiesta sí. Hoy la academia ha decidido dar la vuelta a la tortilla y hacer quedar como incorrecta la escritura de quienes sabíamos diferenciar entre los usos gramaticales de estos homónimos. Asimismo, con la nueva norma se producirán casos de confusión que, especialmente en poesía, pueden cambiar completamente el significado de un poema. Y digo en poesía, porque es ahí donde se suele dar la elipsis del interlocutor.

Un ejemplo: No es lo mismo decir “No esperes solo la muerte” que “No esperes sólo la muerte”. En el primer caso el interlocutor es obligatoriamente un varón y se le aconseja que espere a la muerte acompañado. En el segundo caso podemos estar dirigiéndonos a un interlocutor hombre o mujer, no se sabe, el poema deja abierta la posibilidad de que el lector elija el género del receptor; la recomendación que se transmite aquí es que no hay que limitarse a esperar la muerte, sino esperar algo más de la vida. ¡MENUDA DIFERENCIA! ¿NO? Si nos quitan la posibilidad de indicar esa diferencia con la tilde nos encontramos con que a quien escribe un poema se le hurta la posibilidad de deshacer la posible confusión semántica con un recurso lingüístico tan económico como es una tilde, obligándole a dejar la intención significativa de su poema en manos de quien lo lea, o forzándole a construir su verso con un giro más complicado. Asimismo se obliga al escritor o escritora a tomar algunas decisiones de género en sus poemas si quiere deshacer la obligada masculinización de los mismos, ya que -por seguir con el mismo ejemplo- ante la oración “No esperes solo la muerte”, al no haber indicación alguna de si ese “solo” es adjetivo o adverbio, el lector o lectora puede interpretar que es adjetivo y, por tanto, siempre masculino, pues de otro modo debería decir “No esperes sola la muerte”. La opción de utilizar el adverbio “solamente” o “únicamente” en lugar de “sólo” (con tilde) para deshacer este tipo de malentendidos semánticos no sólo es económicamente más ineficiente que el empleo de la tilde, sino que además restringe la libertad de quien escribe de establecer una métrica y dotar a su poema de un rimo silábico determinado.

Podría extenderme con miles de ejemplos más, pero creo que con esto he argumentado suficiente mi opción a favor de la tilde del “sólo”.

Como último apunte diré que en las correcciones a mi próximo poemario, que aparecerá en unos días, el corrector profesional de la editorial me indicó la necesidad de quitar las tildes de los adverbios “sólo” y he accedido, siempre y cuando lo hagan bien y la quiten de todas partes como establece la nueva normativa académica, pues si dejan una sola tilde parecerá que las demás faltan por desconocimiento mío de la norma y no por respeto a ella, y eso no lo puedo consentir.