jueves, 26 de noviembre de 2009

Fátima Miranda

Siempre he reconocido mi ignorancia en el campo de la música, particularmente en sus áreas más especializadas, pero mi interés por lo contemporáneo y por lo que se sale de la norma me ha llevado a informarme y ha querer saber más y más sobre la soprano Fátima Miranda (no dejéis de hacer clic en el enlace para ir a su página web, que maravillosa). Descubrí su nombre en una noticia que llamó mi atención, no tanto por el titular que hablaba de un premio para mí desconocido ("Fátima Miranda recibe el premio Demetrio Stratos"), cuanto porque en el cuerpo de la información se decía que era "una de las voces más reconocidas en el canto difónico" y que entre los artistas con los que ha colaborado se encontraba Wolf Vostell, ya desaparecido miembro de Fluxus, que es uno de los movimientos artísticos que más me interesan tanto en la teoría como en la práctica.

El descubrimiento ha sido proverbial; me he quedado enganchada Fátima Miranda, ¡que además es española, de Salamanca y Licenciada en Historia del Arte!

Este "Desasosiego" me parece maravilloso:


Y he aquí una inquietante y a un tiempo hipnótica demostración de lo que es el canto difónico. ¡Es increíble lo que puede hacer la voz humana!

martes, 24 de noviembre de 2009

Adiós Jeanne-Claude

El pasado 18 de noviembre murió la artista Jeanne-Claude, pareja creativa y esposa del célebre Christo que, pese a los esfuerzos de este último por evitarlo, estuvo siempre ensombrecida por el machismo y la ignorancia que han lastrado desde el principio la historia oficial del arte en cuyo escenario Jeanne-Claude no apareció hasta 1994 pues sus trabajos anteriores, aun habiendo sido realizados por ambos, estaban firmados únicamente por Christo a voluntad de los marchantes "para no confundir al público y a los historiadores".

Christo y Jeanne-Claude, nacidos a la vez en distintas partes del planeta un 13 de junio de 1935 y pareja desde 1958, eran un todo, una unidad, una firma creativa y una máquina conjunta de producir ideas y llevarlas a cabo con esfuerzo, dedicación constante y grandes cantidades de dinero que se empeñaban en conseguir mano a mano. Se amaban y amaban la naturaleza mediante su arte ambiental que, pese a las críticas de algunos "ecologistas" desinformados, ha contribuido a la recuperación de muchos entornos, como las islas de Florida cuyos 11,3 kilómetros de costa fueron rodeados en 1983 con tejido rosa, antes de lo cual la pareja pagó de su propio bolsillo la retirada de 40 mil toneladas de basura.


Ha muerto Jeanne-Claude, ha muerto una artista, pero en los pocos informativos que se hicieron eco de la noticia una vez conocida se nos informaba que había muerto "La esposa de Christo". Sí, es cierto, era su esposa, pero también el 50% de sus ideas, de su fuerza, de su obra en definitiva. Ahora él ha manifestado su intención de continuar con el trabajo que tenían en marcha porque así lo deseaba ella. No lo dudo; una vez leí en una entrevista que cuando estaban trabajando en algún proyecto siempre viajaban en aviones separados para que, en caso de accidente, al menos uno de los dos pudiera completar la obra. El hijo que nazca (un proyecto sobre el cauce de un río en Arkansas) será un hijo póstumo, un huérfano de madre.
La naturaleza y el arte están de luto.


Las fotos son de Wolfgang Volz, fotógrafo oficial de la pareja y el Copyright es de Christo.

La intensidad de mirar a los ojos (Nezaket Ekici en Matadero de Madrid)

No lo tenía fácil la artista turco alemana Nezaket Ekici (Kirsehir, 1970); actuar justo después de una grande (e histórica) de la performance como Esther Ferrer que había dejado perplejo al auditorio era enfrentarse a un listón muy alto, pero lo consiguió usando para ello un despliegue de recursos completamente opuestos a los de la primera. Esto es precisamente lo que me fascina de la performance como arte en toda su extensión: su capacidad de adaptarse a las más diversas ideas con lenguajes bien diferentes y desde presupuestos distintos, logrando un potente efecto, siempre que la cosa esté bien hecha, claro.

Lo único que compartían la acción de Nezaket Ekici y la de Esther Ferrer es que ninguna de las dos podía ser apreciada adecuadamente desde la superficie. En ambas era necesario profundizar, zambullirse de pleno, dejarse empapar por el reto lanzado por la artista, más explícito en el caso de Ekici. Por lo demás, frente a la voz y la acción de la veterana, la joven oponía un estoico estatismo; contra las palabras ininteligibles pero llenas de sentido de la española, la turca ofrecía un tenso silencio palpitante; ante la sobriedad de recursos de la primera, la segunda hacía alarde de su tiempo valiéndose del vídeo y el sonido de alta definición; y, lo que es más importante, cada una por su lado hizo una perfecta demostración de las posibilidades del uso del tiempo en la performance, empleando respectivamente la comprensión y la dilatación en un pulso al público que se resuelve en distintos territorios.

Autoproclamada discípula de Marina Abramovic es natural que Nezaket Ekici tienda a desarrollar performances con una elevada carga emotiva, poniendo su propio cuerpo en el centro de la acción y haciendo recaer la mayor parte del peso de sus obras en un componente físico-sensitivo que no siempre es fácil de percibir y que requiere una intervención activa del público sin la cual el hecho artístico queda incompleto o desaparece. No se trata sólo de la necesidad de que las personas convocadas a la performance tomen parte activa en ella (como era el caso de la propuesta "Eye for eye" que Ekici llevó a Matadero de Madrid dentro del festival Acción!MAD'09), sino de que el público conecte con la artista y acepte el reto de hacer suyos el pulso, la respiración, el cansancio, el dolor, la tensión... en una palabra, la intensidad de la performance.

Dos focos se cruzan en diagonal formando un aspa con el ángulo de mirada de dos cámaras de vídeo enfrentadas. En el centro de esta confluencia, sobre una mínima tarima de cartón ligeramente elevada se encuentra una mujer vestida de blanco, va descalza y está sentada en una silla blanca frente a la cual hay otra silla idéntica vacía. La mujer permanece pétrea, hierática durante la tediosa introducción del presentador. Mientras tanto, lejos del escenario principal, casi a la entrada de la sala en la que va está teniendo lugar el comienzo de la acción, una gran pantalla reproduce por sus dos caras la mirada de la artista: sólo sus ojos, sus pupilas girando en los iris de miel, pero el público tarda en darse cuenta, concentrado como está en la estática figura, esperando la acción. Pero en esta performance no hay acción, sólo miradas. Una mirada intensa, un duelo que sólo acabará cuando no haya oponentes. El presentador lanza el desafío: ¿alguien quiere sentarse en la silla vacía? Una mujer es la primera en recoger el guante. Tras ella serán muchas las féminas y muy pocos varones dispuestos a enfrentar sus retinas con las de la artista. No hay más, tan sólo eso: miradas que se enfrentan.

Los primeros en caer son aquellos que no entienden el reto, los que esperan acción desenfrenada, los que quieren ver sangre o gritos o desnudos o discursos heroicos o reivindicaciones, los que esperan una revelación. Se marchan a los pocos minutos de comenzar la acción, mientras Ekici profundiza en los ojos de una nueva oponente. Casi sin parpadear, dejando que el aire le reseque las córneas y aguantando. Latidos, silencio, luz que es cada vez más cegadora. Los que nos quedamos nos acomodamos a sabiendas de que la cosa va a ser larga. Durará lo que tenga que durar. Durará lo que nosotros queramos. Mientras haya rivales seguirá el duelo.

Y los rivales no dejan de aparecer. Forman cola movidos quién sabe por qué razón. Quizá desean llegar al centro del latido o no resisten la tentación de sentir el tacto de la silenciosa artista que, pasados un número indeterminado de minutos, da por finalizada la lucha y, con un abrazo, despide a su contraria dando paso a una nueva pupila que se reflejará en el juego de espejos de las pantallas, mientras el tiempo pasa y las córneas sin sustituto gritan y algunos de los que estamos sentados o de pie entre las sombras contenemos los párpados para no dejarlos caer hasta que ella lo haga; escuece.


No sé cuándo acabó. No sé siquiera si todavía no ha acabado, si la performance sigue a espaldas del mundo en un ojo por ojo interminable. Me tuve que marchar antes de que la cola de contrincantes llegase a su final. No me senté en la silla, estuve entre las sombras, pero fue suficiente.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Metaperformance para iniciados (Esther Ferrer en Matadero de Madrid)

La genialidad puede adoptar formas muy diferentes. Una de ellas sin duda es la economía de recursos, es decir, conseguir un gran efecto con muy pocos elementos. Esta, indiscutiblemente, es la especialidad de la veterana y justamente prestigiada artista Esther Ferrer (San Sebastián, 1937), que desde los años 60 saca el máximo partido a las palabras, incluso cuando estas no significan nada, al menos aparentemente y desde un punto de vista meramente objetivo.

El pasado viernes esta artista donostiarra, precursora del arte conceptual y la performance en nuestro país, realizó una inteligente acción apta sólo para iniciados en el vestíbulo de Matadero de Madrid, dentro del festival ACCIÓN!MAD 09. Haciendo alarde de su espectacular dominio de la oratoria y demostrando una vez más que es maestra en el manejo de la musicalidad de la voz y las palabras en cualquier idioma (incluso falso), Esther Ferrer logró pronunciar una conferencia entera sobre historia y tipología de la performance usando para ello un lenguaje inventado con palabras ininteligibles entre las que brillaban -como anclas a las que se aferraba el nutrido público- algunos vocablos en inglés, francés, alemán y latín, nombres propio y otras locuciones de semiótica incierta pero significado evidente como la muy repetida "performaia". Estas pistas, igual que guijarros abriendo un rastro en mitad del caos, permitían a los iniciados seguir el flujo de su desconcertante discurso, pero en verdad se trataba de una especie de mensaje cifrado y para descifrarlo era preciso poseer la clave, es decir, conocer un mínimo sobre la historia del arte en general y de la performance en particular.

Por eso, aunque en Matadero eran las menos, también había entre el público caras estupefactas de personas atónitas que, sin otro asidero al que amarrarse, se aferraban como a un clavo ardiendo a los gestos, gritos y pequeñas piruetas (¡parece mentira que esta mujer tenga 72 años!) con las que Ferrer completaba su lúcido repaso histórico, no exento de humor y de ironía, sobre el arte de acción, y que incluía una buena dosis de crítica a la crítica .

Fue en definitiva la de Esther Ferrer una "metaperformance" que para los "no iniciados" podría parecer un divertimento intrascendente y absurdo, pero cuya seriedad y profundidad están fuera de toda duda, en tanto que, lejos de ser fruto de la improvisación o la ocurrencia, destilaba un trabajo riguroso entorno a la dialéctica del arte abierta por duchamp, sin alejarse de la experimentación vocal que en tantas ocasiones ha sido la herramienta fundamental de sus performances. Por eso, pasado el desconcierto inicial, quienes apreciamos en todo su sentido este tipo de actuaciones nos dejamos arrastrar por el clima creado por la artista, la cadencia de su voz, la música de sus palabras y disfrutamos a fondo de su humor sutil y agudo al mismo tiempo. Pero Ferrer no dejó que nos acomodáramos en la contemplación y, tras salpicar su discurso con sorpresas, volvió a descolocarnos con su final cortante, haciendo mutis por el foro envuelta en el rudimentario capirote de una sabana blanca que había sido mantel en la mesa de conferenciante y elemento de juego durante toda la acción.



Justo después de Esther Ferrer actuó Nezaket Ekici, con una performance completamente distinta pero muy interesante de la que os hablaré mañana.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Marina Abramovic

Aún me tiemblan las manos cuando pienso en ello, aún se me emocionan los ojos y siento un nudo en la garganta y un lazo en los nudillos que paraliza mis dedos, inválidos a la hora de describir con eficacia lo que sentí ayer en torno a las ocho de la tarde cuando, a la entrada de la galería La Fábrica de Madrid, mis pupilas dilatadas por la oscuridad de la noche y por las gotas que la oculista había vertido en ellas esa mañana, acertaron a posarse sobre la figura real, en carne y hueso, viva y cercana, de la artista a la que más admiro desde que, hace ya algunos años, me asomé por primera vez al apasionante mundo del performance art y, junto al trabajo de otras históricas como VALIE EXPORT o Laurie Anderson, descubrí fascinada lo que ella, Marina Abramovic, había hecho en los años 70 y continuaba haciendo con la herramienta básica de su propio cuerpo sometido a todo tipo de pruebas bajo los lenguajes de la performance, la fotografía y el videoarte.

Recuerdo claramente la primera imagen que vi de una de sus acciones. La performance se titulaba "Rest Energy" y en ella Abramovic y su pareja artística y sentimental, el artista alemán Ulay (abreviatura de Frank Uwe Laysiepen), se mantenían unidos y separados al mismo tiempo por un arco en tensión, cuya flecha apuntaba al corazón de Marina. La foto era de los años 80 y aparecía en un libro de arte que fue algo así como mi "biblia" cuando estudiaba en el instituto. Desde el instante en que mis ávidos ojos de adolescente contemplaron aquella fotografía, el trabajo de esta mujer, que tiene la edad aproximada de mi madre (nació en Belgrado en 1946) y que se autodenomina la "abuela de la performance", me atrapó y no he dejado de interesarme por su arte que es como decir por su existencia, porque uno y otra están indisolublemente ligados. Libros, vídeos, exposiciones... la han convertido en un referente tan importante para mí que su nombre me produce al mismo tiempo sensaciones contradictorias: por una parte la cercanía que cualquiera puede sentir hacia esa "amiga de toda la vida" que no nos guarda secretos (aunque en realidad Abramovic tiene aún demasiados para mí), y por otra la distancia mitificadora de lo intangible, que la ha alzado a la categoría de heroína clásica, de ser inalcanzable y de modelo que nadie ha conseguido imitar, pese a que son muchas las artistas que lo han intentado.

Por eso, porque no puedo dejar de contemplar con admiración cada nuevo trabajo que produce, porque Marina Abramovic es arte en sí misma y para una modesta escritora como yo, que de vez en cuando hace sus pinitos conceptuales, estar ante sus fotografías y sus vídeos produce el mismo efecto que causa en cualquier pintor aficionado la contemplación de la Capilla Sixtina, no podía dejar de ver la exposición que La Fábrica inauguró ayer, en la que se muestran nueve fotos de gran tamaño y un vídeo de su última serie de performances titulada "The Kitchen. Homage to Saint Therese" (La cocina. Homenaje a Santa Teresa), que se basa en los éxtasis de Santa Teresa de Ávila y que produjo en el Teatro de La Laboral de Gijón.

Quería ver la exposición y no podía permitir que los compromisos y quehaceres cotidianos me alejaran de mi objetivo poniendo en riesgo la experiencia, como ya me ocurrió con la fabulosa exhibición de fotografías inéditas de Francesca Woodman (también montada en La Fábrica y, curiosamente, justo anterior a la de Abramovic) que vi en sus postrimerías, justo antes de que la quitaran. No podía dejar que eso volviera a ocurrirme, así que decidí asistir a la inauguración y garantizarme con ello la posibilidad de volver en otro momento. Lo que no esperaba (aunque lo deseara, aunque lo soñara, aunque lo imaginara), es que Marina estuviera allí, en su automaltratada carne y sus artísticos huesos, en su balcánica sobriedad, su belleza sin edad y su celebridad internacional.

Si ella es el centro de su arte, resulta maravilloso que ELLA fuera lo primero que vi de la exposición. No habíamos cruzado aún el umbral de la galería cuando distinguí su rostro relajado a escasos centímetros de donde yo me hallaba. Iba vestida de negro y charlaba distendidamente con un hombre, fuera de la sala, quizá tomándose un respiro de la inauguración, de atender a la prensa y los compromisos, de explicar sus fotografías y, en otras palabras, de hacer el papel de "estrella invitada".

Charlaba, como digo, tranquilamente y giró su cara para mirarme cuando yo -que aunque intente evitarlo soy sumamente expresiva- grité: "¡Marina Abramovic! ¡No me lo puedo creer!"

Nunca he sido una fanática en el sentido desquiciado de la palabra. Nunca he experimentado el delirio de los que acuden a un concierto de su ídolo y se les escapan las lágrimas al verlo cara a cara y jamás he ido a rodear la alfombra roja en un preestreno para sentirme cerca de las estrellas del cine. Me he codeado con artistas, actores y actrices, cantantes, políticos de todo pelaje y celebridades de todo tipo sin que me temblaran la voz y el pulso. Incluso he conversado y me he fotografiado con actores a los que admiro y que me gustan más allá del plano interpretativo, sin que eso me haya hecho perder el sueño. Pero con Marina no sé qué me pasó. Protagonicé la primera escena de delirio fan de mi vida. Me temblaron las piernas y las manos, no podía dejar de decirle lo importante que era para mí y cuánto me gustaba su trabajo. Ella con esa voz maravillosa que yo conocía de vídeos como "How we in the Balcans kill the rats", me agradeció los elogios y se ofreció a hacerse una foto conmigo. Luego fueron dos, porque la primera (que pongo más abajo) no le gustó demasiado, no tanto porque se le cerró un ojo, sino porque no era "seria". A mí, sin embargo, me gusta esa foto porque estamos delante de una de las imágenes más emblemáticas de la exposición y porque, por un juego de multiplicación, yo estoy rodeada de Abramovic, que levita a mi espalda y me sonríe mientras yo la miro embelesada. En esta otra imagen, con la pared blanca de fondo (porque ella lo quiso así), su gesto es indiscutiblemente "suyo", valga la redundancia, y el mío es el de alguien que no se puede creer lo que está pasando.


La cara de tonta que tengo en esta foto es fruto de la emoción. El copyright the todas las fotos que aparecen en este artículo, salvo estas "domésticas" hechas con mi cámara, es de Marina Abramovic.


Aquí dejo el vídeo de una pequeña entrevista que le hicieron en TVE a propósito de esta exposición, y también los vídeos de dos acciones que me parecen una interesante muestra de su trabajo, para quien no lo conozca ya.

La artista Marina Abramovic en La Tarde en 24 Horas
















Más información sobre Marina Abramovic:
Performanceología
ABC.es
Seven Easy Pieces

ACTUALIZACIÓN 14 DE NOVIEMBRE 2009: He encontrado en internet un vídeo muy bueno que contiene imágenes de algunas de las performances más importantes de Marina Abramovic. El único problema es que está en italiano porque la autora de esta compilación es italiana, pero se entiende muy bien. Aquí os lo dejo.

jueves, 5 de noviembre de 2009

A partir de ahora mis actuaciones infantiles en...

La Domadora de Cuentos presenta la biblioteca a los más peques de "Chilo"

La semana pasada, La Domadora de Cuentos volvió a visitar la Biblioteca Municipal de Chiloeches, esta vez con una misión muy especial: dar la bienvenida y presentar la biblio a los niños y niñas de Educación Infantil del Colegio Público José Inglés de Chilo. Fueron necesarias tres sesiones: una para los peques de 1º de Infantil (3 años), una para los de 2º (4 años) y una más para los de 3º (5 años). Los grupos, acompañados de sus profesoras, visitaron la biblioteca, saludaron a Lola, la bibliotecaria (que no aparece en las fotos porque es quien las hizo) y se encontraron con sus personajes favoritos: el Mono Lolo, La Cebra Camila, El Tragaldabas, El Grúfalo, Tino Cochino, Blancanieves, Winnie The Pooh, Mikey...

Podéis ver más fotos en:

martes, 3 de noviembre de 2009

Afinidades agitadas

Por fin mandé mis datos a Las Afinidades Electivas, el fabuloso blog-red de Agustín Calvo Galán. Como sabéis, el sistema consiste en incorporar nuevos nombres poéticos por el método de la "mención": si alguien te menciona te está abriendo la puerta al blog. Sólo tienes que enviar tus datos y, cuando Agustín puede (es humano y por tanto sus días no cuentan con más de 24h.) los incorpora a esa red de Afinidades. Como veréis, entre los amigos y amigas a los que yo he mencionado hay quienes todavía no están "afinados", así que, ánimo, ¿a qué esperáis para mandar vuestros datos? Por cierto, que no se enfade nadie si no está en mi mención, porque hay un límite de nombres y mi corazón excede esa frontera, por lo que he tenido que dejarme a muchos fuera.

A Agustín, que es un gran poeta visual y un catalizador de sinergias, tendré ocasión de conocerle personalmente en Las Noches del Cangrejo (en el café-teatro sevillano El Perro Andaluz) el próximo 10 de diciembre. Agustín y yo compartiremos noche con mi amiga Nuria Ruiz de Viñaspre.

Por otro lado, como cada mes puntualmente, he recibido en mi correo el aviso de que ya está disponible en la Red el Nº 7 de la revista Agitadoras. La nómina de autores para el mes de noviembre es la siguiente:

Jesús Zomeño , Pepe Pereza, Lalo Borja, Isabel Huete, Gracia Iglesias, Ana Pérez, Luisa Valenzuela, Albert Herranz, Pedro Pruneda, Jenn Díaz, Juana Cortés, Paco Piquer, Holly, Inés Matute, Ángela Mallén, Jesús Aller, Il Gatopando, Luís Arturo Hernández, Pablo Miravet, David Torres, Agustín Fernández Mallo, Silvia Gélices, Luis Amézaga, José Ángel Barrueco, Toni Nievas, Ana Márquez, Victoria Salvador, Joaquín Lloréns, Ángela Armero, Xisco Fuster, Jan Hamminga, Gilda Manso, Natalia Ríos, Pedro Tellería, Guillermo Cuervo, Joan Ramis.

Como veis, finalmente me he animado a mandar un pequeño relato. Os recomiendo que no os perdáis este número ni los próximos, porque la calidad de las colaboraciones es excelente siempre. Lo mejor, en mi opinión, es que os suscribáis y así os llegará como un regalo a primeros de mes, igual que me llega a mí gracias a la atención de Inés Matute, a quien todavía no conozco en persona, pero ya tengo ganas.