El pasado viernes esta artista donostiarra, precursora del arte conceptual y la performance en nuestro país, realizó una inteligente acción apta sólo para iniciados en el vestíbulo de Matadero de Madrid, dentro del festival ACCIÓN!MAD 09. Haciendo alarde de su espectacular dominio de la oratoria y demostrando una vez más que es maestra en el manejo de la musicalidad de la voz y las palabras en cualquier idioma (incluso falso), Esther Ferrer logró pronunciar una conferencia entera sobre historia y tipología de la performance usando para ello un lenguaje inventado con palabras ininteligibles entre las que brillaban -como anclas a las que se aferraba el nutrido público- algunos vocablos en inglés, francés, alemán y latín, nombres propio y otras locuciones de semiótica incierta pero significado evidente como la muy repetida "performaia". Estas pistas, igual que guijarros abriendo un rastro en mitad del caos, permitían a los iniciados seguir el flujo de su desconcertante discurso, pero en verdad se trataba de una especie de mensaje cifrado y para descifrarlo era preciso poseer la clave, es decir, conocer un mínimo sobre la historia del arte en general y de la performance en particular.
Por eso, aunque en Matadero eran las menos, también había entre el público caras estupefactas de personas atónitas que, sin otro asidero al que amarrarse, se aferraban como a un clavo ardiendo a los gestos, gritos y pequeñas piruetas (¡parece mentira que esta mujer tenga 72 años!) con las que Ferrer completaba su lúcido repaso histórico, no exento de humor y de ironía, sobre el arte de acción, y que incluía una buena dosis de crítica a la crítica .
Fue en definitiva la de Esther Ferrer una "metaperformance" que para los "no iniciados" podría parecer un divertimento intrascendente y absurdo, pero cuya seriedad y profundidad están fuera de toda duda, en tanto que, lejos de ser fruto de la improvisación o la ocurrencia, destilaba un trabajo riguroso entorno a la dialéctica del arte abierta por duchamp, sin alejarse de la experimentación vocal que en tantas ocasiones ha sido la herramienta fundamental de sus performances. Por eso, pasado el desconcierto inicial, quienes apreciamos en todo su sentido este tipo de actuaciones nos dejamos arrastrar por el clima creado por la artista, la cadencia de su voz, la música de sus palabras y disfrutamos a fondo de su humor sutil y agudo al mismo tiempo. Pero Ferrer no dejó que nos acomodáramos en la contemplación y, tras salpicar su discurso con sorpresas, volvió a descolocarnos con su final cortante, haciendo mutis por el foro envuelta en el rudimentario capirote de una sabana blanca que había sido mantel en la mesa de conferenciante y elemento de juego durante toda la acción.
Justo después de Esther Ferrer actuó Nezaket Ekici, con una performance completamente distinta pero muy interesante de la que os hablaré mañana.
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