Facebook es una
especie de organismo vivo que puede despertar recelo en quien no lo conoce y
que, de hecho, en ocasiones te atrapa y te devora, pero también es una
interesante forma de establecer y mantener contactos tanto profesionales como
personales y, lo mejor de todo, una fuente inagotable de hallazgos y
redescubrimientos. Hoy, por ejemplo, gracias a esa red social he sabido que en YouTube (otro gran escaparate donde se puede
encontrar desde lo más zafio a lo más memorable) es posible disfrutar del
cortometraje “Destino”,
fruto de una afortunadísima colaboración entre dos monstruos de la creatividad,
Dalí y Walt Disney. Esta pequeña joya del cine se pergeñó completa en 1946
pero, por razones fundamentalmente económicas, no fue realizada efectivamente
hasta 2003. Una obra maestra que para mí era absolutamente desconocida hasta
que este verano fui a ver la gran exposición dedicada al genio de Figueras por
el Museo Reina Sofía.
"Destino" un cortometraje resultado de la unión de Walt Disney y Salvador Dalí
En aquella ocasión lamenté que la única manera de ver la película
fuera de pie, con la incomodidad añadida de los visitantes pasando por delante del
proyector y tras hacer cola para poder usar uno de los dos únicos auriculares disponibles
para poder escuchar la banda sonora que es, creo yo, algo fundamental en
cualquier película de Disney, y esta no es una excepción. Recuerdo haber
comentado con mi marido que era una lástima que Disney no se hubiera atrevido a
distribuir comercialmente este maravilloso corto, y que me gustaría mucho poder
disfrutarlo en condiciones más cómodas. Vamos, en otras palabras, que si estuviera
en DVD yo lo compraría y sé que lo vería una y otra vez, porque tiene una
especie de magia hipnótica que hace que no me canse de verlo. Hoy, como decía
al principio, gracias al comentario de una amiga de una amiga en una
publicación de esta última en Facebook, he podido disfrutar nuevamente de “Destino”,
tal y como quería. Después, saltando de enlace en enlace, gracias a la Wikipedia (¿qué decir de esta enciclopedia
global de verdades y mentiras?), acabo de saber que “Destino está actualmente disponible como añadido especial en las
películas Fantasía y Fantasía 2000 Edición Especial Blu-ray+DVD lanzado el 30
de noviembre de 2010”. Como tengo las dos “fantasías” en DVD corriente, todavía
no tengo un reproductor de Blu-ray y esas ediciones especiales suelen costar un
riñón o dos, de momento, me contento con la versión disponible on-line y doy
gracias por haberla descubierto.
Y, dicho todo esto, aprovecho para hacer aquí una crítica a
la exposición sobre Dalí del MNCARS. He de decir, antes de nada, que me gustó
tanto la muestra que fui dos veces y hubiera ido muchas más si la distancia y
otras obligaciones no hubieran sido un obstáculo.
Al haber visitado el Museo Dalí de
Figueras y haber estado en su casa de Port
Lligat ya conocía muchas de las obras expuestas, aunque evidentemente en
una gran retrospectiva de ese tipo siempre se encuentran algunas sorpresas
maravillosas. Pero, para mí, lo más interesante era precisamente la gran
cantidad de material audiovisual reunido en la muestra: publicidad para
televisión; fragmentos de conferencias y apariciones públicas; noticias del
NO-DO sobre el artista; happenings, acciones y performances; el largometraje “Un
perro andaluz” de Buñuel; un fragmento de “Recuerda” de Hitchcock con decorados
de Dalí y lo que, en mi modesta opinión, eran las dos joyas de todas las
proyecciones: el documental “Autoportrait mou de Salvador Dalí” (“Autorretrato
blando de Salvador Dalí”) de Jean-Christophe Averty, rodado en 1966, y
el cortometraje “Destino” del que acabo de hablar.
Dediqué una de mis dos visitas exclusivamente a ver de
principio a fin todas esas filmaciones, tras lo cual acabé agotada y con todos mis
huesos vapuleados. Y precisamente con esto último tiene que ver mi crítica y
reproche al museo madrileño, ya que se refiere a las malas condiciones en las
que se proyectaron las películas y la tortura que suponía verlas. Y es que,
para poder disfrutar de los audiovisuales yo, como cualquier otro visitante que
quisiera hacer lo mismo, tuve que tirarme por los suelos, sufrir la
interferencia de las personas que pasaban entre el proyector y la pared (la
mayoría de las películas se proyectaban directamente en los muros del museo,
entre los cuadros), en algunos casos me vi obligada a esperar turno para
escuchar el audio en los auriculares disponibles y, lo que es peor, no me quedó
más remedio que ver los 70 minutos del documental de Jean-Christophe Averty
(versión original subtitulada en castellano) a ratos de pie, a ratos tirada por
los suelos y (en los momentos de más fortuna) mortificada en algún rincón de
los tres o cuatro bancos (¿o debería decir potros de tortura?) disponibles para
la proyección.
Vale que las piezas más cortas eran como pequeñas mirilla a
través de las cuales el Dalí más excéntrico se presentaba ante los visitantes
como la mejor de sus obras de arte: él mismo. Pero para poder ver “Un perro
andaluz”, “Destino” y, sobre todo, “Autoportrait mou de Salvador Dalí” hubiera
sido muchísimo mejor establecer horarios regulares de proyección en alguno de
los salones de actos del museo (que para eso tiene al menos dos). Así el
público podría haberse organizado mejor y habría disfrutado cómodamente de las
películas.
Por supuesto, ya sé que como traca final de la exposición el Reina Sofía organizó dos días de proyecciones donde se pudieron ver de esta forma todos los vídeos, pero, ¡por el amor de dios! ¡fueron sólo dos días!, dos días muy concretos (no todos podíamos permitirnos ir al museo esos días), en un formato maratón y con aforo lógicamente limitado. Demasiado poco en comparación con los millones de visitantes que pasaron por la exposición y a los cuales se les negó, de algún modo, la posibilidad de gozar al completo de una muestra que, por lo demás, repito, era digna de todo elogio.
1 comentario:
Completamente de acuerdo con el texto. Un saludo.
Francis Reyna.
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