En total son 39 los amigos incluidos en esta singular antología cuya portada os muestro a la izquierda.
Esta domadora que os escribe tuvo el placer de conocer a Miguel hace ya muchos años y, aunque la distancia y las ocupaciones de ambos no permiten un trato frecuente, siempre le ha considerado un escritor agudo e ingenioso y, sobre todo, un hombre cuya generosidad es más grande que cualquier otro atributo personal. Por eso me complace especialmente el haber sido objeto de uno de los poemas dedicados incluidos en el libro que, por cierto, ha editado El Literonauta dentro de su colección "Li-Poesía".
Reproduzco aquí el poema, tal y como aparece escrito en las páginas 52 y 53 del volumen:
PENAS PELIGROSAS
Miguel Ortega IslaHe sentido una gran envidia
de un desconocido
y pena de mí mismo,
que es una pena peligrosa,
al leer el poema
LOS TACONES DE RUTH
de mi buena amiga
Gracia Iglesias.
Yo nunca he conseguido
espantar los murciélagos
que anidan en la boca de la mujer amada.
las flores que planté pensando en ella
se habrán secado.
En cuanto a mis regalos, los baratos
ya habrán recorrido
ese camino vergonzante
que finaliza en la basura.
y los de algún valor
habrán ido a parar
a las tiendas de compra y venta
de joyas y relojes.
Quizás
quede algún libro dedicado
si su encuadernación
luce en la librería.
Pero... haré un esfuerzo,
voy a intentar borrar
estos recuerdos dolorosos.
Y como mi salud
no me permite emborracharme
trataré de evadirme de mí mismo
en algún espectáculo.
me han dicho que en el Circo
hay una artista formidable...
¡LA DOMADORA DE ELEFANTES!
Desde aquí doy públicamente las gracias a Miguel y os recomiendo el libro, que no se parece a ningún otro que haya caído en mis manos.
Para quien no conozca el poema al que hacen alusión las líneas precedentes, aquí os lo dejo. Pertenece a mi libro Distintos métodos para hacer elefantes.
LOS TACONES DE RUTH
“No insistas en que te abandone y me separe de ti porque
donde tú vayas yo iré
donde tú habites, habitaré.
Tu pueblo será mi pueblo
y tu Dios será mi Dios.
Donde tú mueras moriré
y allí seré enterrada”.
(Rut, 1, 16-17)
Tan sólo agradecerte todo el tiempo que pasaste conmigo,
la luz que me traías en la bolsa del pan
cuando al girar la llave en nuestra puerta
(esa que tú llamabas cariñosamente
la puerta más vieja del mundo)
hacías que mi boca se librara
del murciélago hambriento de las tardes a solas.
Recordarte siquiera que aquella buganvilla
nació de tus esfuerzos por amarme
y que pienso cuidarla
para que trepe por mis muros tristes
que se quedan vacíos sin tu cuerpo.
Te he puesto en la maleta
un frasquito con agua de mis labios
porque sé que te cuesta levantarte sin ella,
y un pedazo del sol que se nos filtra por el visillo roto.
Igual echas de menos los discos de Count Basie
o el café medio aguado,
espero que comprendas que necesito un sitio
donde guardar el alma que aun me queda.
Lo he preparado todo,
menos esto que siento al escuchar tus pasos
y su música hueca
y el silencio.