Ayer asistí con mi marido a un concierto de Ara Malikian con el cuarteto PaGAGnini, que reúne en un mismo espectáculo música y humor, a partir de la fusión de temas clásicos reinterpretados, distintos estilos musicales y la comicidad mímica del grupo de teatro Yllana. Es la tercera vez que veo actuar en directo al violinista libanés en los tres meses que llevamos de año y he de decir, aunque pueda parecer una exageración, que me he propuesto asistir a cuantos conciertos suyos me sea posible, tanto en mi ciudad como en otras que queden cercanas o en las que me encuentre de paso.
Confieso que el entusiasmo que despierta en mí este músico se debe fundamentalmente a Pedro, que desde hace muchos años admira su destreza técnica, su pasión y su forma de hacer llegar a todo el mundo lo que de manera un poco petulante algunos denominan como “música culta”. Malikian no es sólo un maestro del violín que con doce años ya ofrecía complejos recitales, sino un showman en toda regla que se entrega sobre el escenario y contacta fuertemente con el público, porque disfruta con lo que hace de tal manera que con cada nota que arranca de su instrumento –al que ataca con un arco atormentado– genera una especie de electricidad que trasciende lo musical y llega directamente al corazón en un sentido más físico que romántico.
Ya sea interpretando a Sarasate en solitario –acompañado únicamente por un piano– con una intensa y ardiente demostración de virtuosismo; o haciendo piruetas, muecas y pasos casi acrobáticos junto a otros músicos frente a una escenografía colorista, para acercar a los niños sus primeras Cuatro Estaciones de Vivaldi, Malikian hace de su personal modo tocar una garantía de éxito y logra sinceras ovaciones de plateas siempre abarrotadas.
Con PaGAGnini la locura de Ara alcanza cotas inesperadas, gracias a la compañía de otros tres músicos —Thomas Potiron, Eduardo Ortega y Gartxot— que no se quedan a la zaga de su capacidad para tocar de forma prodigiosa mientras coreografían, literalmente, cada una de las piezas. ¿Acaso es sencillo pasar de Boccherini al country sin solución de continuidad entre contorsiones, guiños gestuales y carreras por las tablas? Blues, tango, aires flamencos, y rock, unidos con humor a Sarasate, a Mozart, a Falla y a Vivaldi. De los Caprichos de Paganini a la Vida Alegre, llegando incluso a parodiar de forma inteligente la música contemporánea con una pieza para sexteto inventada por ellos y para la que requirieron la participación de dos espectadores elegidos entre bromas musicales, cuya labor era puntualizar los lamentos de los tres violines y del violoncelo con el clamor de un cencerro y el chillido de un patito de goma.
Para participar en ese número los músicos escogieron deliberadamente a una chica que a partir de entonces se convirtió en el objeto de los delirios amorosos de uno de los intérpretes (Thomas Potiron) que, entre pieza y pieza le gritaba declaraciones de amor en francés, hasta que se arrancó a cantar “La Javanaise” de Serge Gainsbourg, primero en solitario y luego arropado por el resto del grupo.
En resumen, un desconcierto —así lo llaman ellos mismos— que en algunos momentos
como en la interpretación que Eduardo Ortega hizo del Canon de Pachelbel con un violín eléctrico ––en la que por obra y gracia de los pedales y las distorsiones fue capaz, él solo de mezclarlo con trozos de "With or without you” de U2–, llegó a parecerse, por al despliegue de un buen concierto de rock.
Sin duda, lo recomiendo a todo el mundo.
3 comentarios:
que alegria que la gente se lo pase bien con la música, es uno de los placeres de esta vida, si no fuera por la música los hombres ya nos habríamos vueltos sordos con tanta estupidez que se oye.
ya comentaremos más despcio.
un beso y aplausos, para los que saben vivir.
Esto me recuerda que tengo que rebuscar a mi querido Rachmaninov, es piano, deacuerdo, no es violín, deacuerdo, no es Malikian tampoco, ni su mano virtuosa, deacuerdo, (por cierto su nombre siempre me ha traído a la memoria a aquella Malika de Delibes), pero es que el nombre de PaGAGnini me trae a la cabeza una variación suya sobre un tema de Paganini (concretamente el capricho nº 24, creo, ahora dudo entre éste y el 5) que es sencillamente grandioso. Ay, la música, la música nos hace libres y sin ella todo sería un error. Me encantaría ver a Malikian alguna ver en directo, la verdad. Envidio con desmesura tus tres exageraciones, nos hace tanto bien la música...
aplausos también
la música amansa las fieras, y como tal me siento, asi es que necesito un poco de ella, por favor enterate de su gira manchega y dime fechas y localidades donde va a estar.
Sigue pasándolo bien.
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