Voy en el coche y como ocupo el lugar de copiloto me permito el lujo de posar la mirada en el parabrisas sobre el que se dibujan las pequeñas pisadas de un gato. Sé perfectamente a quién pertenecen y en un parpadeo me pongo a imaginarla con sus bigotes blancos y su diminuta nariz negra, como un botón o la huella indudable del delito de haber estado husmeando en un tintero.
Cuando la conocí hace algunos meses no tenía ni nombre ni futuro y ahora forma parte de mi vida de tal modo que en esta familiaridad de sus patitas marcadas sobre el polvo de la ventana sucia me permito viajar hacia delante y hacia atrás en el tiempo y el espacio.
Pienso en la gata, pero su imagen se funde con flashes desvaídos de la dura semana de trabajo que dejo tras de mí, marcada por la decepción de la censura y el cansancio de alguna jornada más larga de lo debido. Pero sin darme cuenta los fotogramas cambian: ya no estoy en la brega entre políticos y periodistas, sino mirando fijamente un tesoro intangible, una ilusión antigua que por fin está a punto de cumplirse, una promesa tan frágil que me da miedo nombrar. Sostengo entre las manos de mi mente la instantánea de eso que es aún arena; realidad quebradiza, casi un sueño.
El coche se detiene y a través de las huellas veo que hemos llegado a Madrid. Visitas. Familia. Mis dedos se mueren por seguir escribiendo con la imaginación, pero no es hora.
Cuando la conocí hace algunos meses no tenía ni nombre ni futuro y ahora forma parte de mi vida de tal modo que en esta familiaridad de sus patitas marcadas sobre el polvo de la ventana sucia me permito viajar hacia delante y hacia atrás en el tiempo y el espacio.
Pienso en la gata, pero su imagen se funde con flashes desvaídos de la dura semana de trabajo que dejo tras de mí, marcada por la decepción de la censura y el cansancio de alguna jornada más larga de lo debido. Pero sin darme cuenta los fotogramas cambian: ya no estoy en la brega entre políticos y periodistas, sino mirando fijamente un tesoro intangible, una ilusión antigua que por fin está a punto de cumplirse, una promesa tan frágil que me da miedo nombrar. Sostengo entre las manos de mi mente la instantánea de eso que es aún arena; realidad quebradiza, casi un sueño.
El coche se detiene y a través de las huellas veo que hemos llegado a Madrid. Visitas. Familia. Mis dedos se mueren por seguir escribiendo con la imaginación, pero no es hora.
8 comentarios:
Curioso, hace diez años que conocí al mío y tampoco tenía nombre ni futuro, sólo llevaba en su enjuto y casi deformado cuerpo unos días a la espalda y un futuro rotundamente trágico. Como tu dirías, conocedor profundo de la piel de las aceras. Ahora, y como tú dices, forma parte de mi vida. S. perdió a su gata canela y blanca justo en el mismo momento en que conoció al mío, canelo y blanco. La vida te quita en la justa medida en la que te da. Ahora se adoran. A ti te quedan muchos momentos buenos aún para disfrutarla. Enhorabuena por ese tesoro intangible.
Cuando era pequeña conviví con dos gatas que adoptó mi madre muy a pesar de mi padre; Salima y Morita. Las adoraba, y especialmente a Salima, que era como una prolongación de mí. Llegaron a ser ancianas y cuando las perdí me prometí no volver a "enamorarme", pero la vida,como tú dices, te devuelve las ganas.
¡Hola señorita!
Supongo que no se acordará de mí, pero fui una de esos personajillos que la siguió durante el Festival de Perfopoesía y que probablemente la asediaría con la cámara fotográfica.
Ahora abro mi propio mundo, y me encantará contar con sus visitas.
Un saludo y un beso desde el sur :)*
Cuando vi por primera vez al gordito, con los mismos colores que mi canela, la que me dejó casi el mismo mes huérfana de maullidos y caricias no podía creerlo, los mismos colores, excepto en los ojos, los de mi niña de color miel y los del gordi verdes como aceitunas (que le vuelven loco). El era más blanco, más limpio, me pareció arisco, esquivo y me miraba curioso, a veces amenazante por entrar en su territorio. Al principio veía en él la sombra de ella pero poco a poco se fué difuminando y me fué ganando, nos hicimos amigos. Ahora sigue todos mis pasos, me habla, sube a mis piernas, me obedece, ganó mi corazón como creo que yo gané el suyo. Lo tengo sobre mis piernas, mientras escribo este comentario y me observa.. no sé si porque le tengo a dieta y me pide algo o porque necesita sentirme cerca... Te quiero gordo y tú lo sabes.
Gracias domadora por tu comentario en mi blog, me hizo mucha ilusión. Ya había visto algún vídeo tuyo y me encantó tu forma de expresar el arte. Un beso
Adoro este poema de Borges, lo dedico a las que me anteceden en comentarios y por supuesto a todos aquellos que tienen animales, ya que éstos nos ennoblecen.
Saludos mininos "esencia" desde este otro lado, ay el trabajo...
Gracias, Gracia por el entendimiento.
Y encantada de saludarte tournesols
A un gato
No son más silenciosos los espejos
ni más furtiva el alba aventurera;
eres, bajo la Luna, esa pantera
que nos es dado divisar de lejos.
Por obra indescifrable de un decreto
divino, te buscamos vanamente;
más remoto que el Ganges y el Poniente,
tuya es la soledad, tuyo el secreto.
Tu lomo condescendiente a la morosa
caricia de mi mano, has admitido,
desde esa eternidad que ya es olvido,
el amor de la mano recelosa,
en otro tiempo estás. Eres el dueño
de un ámbito cerrado como un sueño.
Jorge Luis Borges
Hola,enseguida sabrás quien soy, porque después de convivir durante años con salima y morita, yo no me opuse. Al final las cuidé hasta su marcha definitiva, pero siempre fuí más gato que ellas, es decir, má cómodo, y necesitaba las caricias que tu y tu hermana les dabais a ellas, y la verdad desde que ellas no están, domino más mi territorio, miauuuu,miauuu...
Qué popular es Juanita, ha acaparado más comentarios que ninguna otra de mis entradas. Me alegro. Ahora a responder:
Tournesols, vi algunas de tus fotos en el blog de La Revuelta y me encantan.
El blanco y negro siempre imprime un aura épica a cualquier momento bien
fotografiado. He visitado tu blog y lo uniré a mis enlaces en cuanto llegue
a casa.
A ti, panadera prodigiosa, sólo puedo decirte que entiendo cómo te sentiste
al perder a tu canela y ahora que tienes cerca al gordito. Para ti este
poema de mi segundo libro que, por cierto, le gustó muchísimo a Umbral, gran
amante de los gatos, que adoraba a su gatita Loewe:
"Un gato
hecho un ovillo
enciende a nuestros pies
su pequeño motor
de confidencias"
Nuria, me ha encantado el poema de Borges. Ayer recibi tu libro invisible y
hoy no te he escrito porque estaba sumergida en sus páginas. Gracias.
Ahora le toca al gato más grande de todos (miauu, miauu): ya sé que no sólo
no te opusiste a que Salima y Morita llegaran a casa, sino que las
malcriaste más que nadie con mucho cariño. Creo que las gatas nos ayudaron a
crecer a Isa y a mí. Los felinos son muy ladrones, pero nunca te robarán el
amor que te corresponde.
Morita era muy como yo... ¿no? muy zalamera pero sólo en el momento elegido y sólo en ese, muy gruñona pero muy buena y algo cojitranca, a mi tampoco se me ha dado nunca muy bien el deporte, ¿verdad? mi vida está marcada por mi infancia y Morita y Salima ocupan gran parte de mis recuerdos.Aunque sólo viniera por 15 días!! porque hacíamos la primera comunión!
Juanita es monísima y se deja hacer de todo por mis enanas...
Un besazo.
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