En marzo pasado, en el contexto del
festival literario Coruña Mayúscula,
puse en marcha mi proyecto LA
RED DE LA MEMORIA, un trabajo artístico de largo recorrido que ahonda en la
relación que existe entre el recuerdo individual y la memoria colectiva, entre
la transmisión oral de tradiciones y vivencias y la construcción del entramado
de recuerdos con los que se construye la verdadera historia de la humanidad.
La humanidad es efímera, pero lo que somos
prevalece en la memoria de los que nos siguen. Cada uno de nosotros existirá
mientras perviva en el recuerdo de alguien un rastro, siquiera un hilo, una
ínfima palabra, una sensación, que naciera de nuestro paso por la tierra.
Si un abuelo transmite a su nieto un
recuerdo, aunque ni siquiera sea suyo, aunque solo forme parte de una historia
que alguien le contó cuyo origen puede no saber a ciencia cierta donde se
encuentra, en ese recuerdo habrá rastros, fibras de memoria de distintas
personas que, mediante esa transmisión, seguirán existiendo.
Ese es el punto de partida de mi proyecto,
que se divide en dos partes: recolección y performance. La fase de recolección comenzó,
como ya he dicho, hace unos meses en La Coruña, y consiste en la colocación de
una mesa de recogida de memorias y de lanas (o cualquier material tejible) en
espacios públicos y entornos privados. Esa es la materia prima con la que
confeccionaré mi red de recuerdos (en la segunda parte del proyecto) y por eso
le he dado el nombre de "El
hilo de la memoria".
Hace dos semanas, el 15 de noviembre, fui
invitada por el espacio experimental Art Room de Madrid a instalar mi mesa de
recogida en el contexto de la exposición individual de la artista Lola Díaz. El
resultado de esa tarde entrañable en la que me reencontré con muchos amigos fue
una buena cosecha de memorias.
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