He de confesar aquí,
desde el hueco que dejan las palabras sobre el tiempo vacío,
públicamente y a riesgo
de parecer
tremendamente cursi,
que vengo percibiendo en mis pulmones
en los últimos días
un vértigo infinitamente humano
que me llena de sed
y me parece
-siento vergüenza hasta de pronunciarlo-
me parece que incluso
podría ser amor.
Me he enamorado.
De la dureza de una piel sin nombre
oscura
surcada por los años de indefinida espera.
De sus yemas tendidas hacia mí
aunque no me comprende ni me sabe.
De un silencio que guarda el rumor de mil vidas invisibles.
Estoy loca de amor por la impudicia
con que muestra a mi paso sus encantos
sin reparar
en si voy o si vengo ,
si estoy acompañada o cruzo sola
delante de su espléndida figura de ambigüedad certera.
Debo de confesar,
debo decirlo,
que me hiere los ojos la hermosura
de las flores que adornan su desnudo.
He de admitir,
lo admito,
que estoy enamorada de ese árbol.
10 comentarios:
Y yo admito que me recuerdas al tan querido Rilke, donde en sus poemas más místicos pervive siempre la doble vertiente de aunar misticismo con erotismo, llegando incluso a ser leídos desde cualquier otro amor, quizá menos místico, más físico, menos de Dios, más del amado. Precioso poema dual. Podría ser ese árbol el afortunado en amor pero podrían ser tantas flores más… ¿Astenia de amor? ¿Tus pulmones llenándose de vértigo? ¿Yemas tendidas hacia ti? ¿Esa impudicia con que te muestra su encanto…? ¿Flores que adornan su desnudez? Rilke, no hay duda, pero qué más da, es precioso sea lo que sea. No me extraña tu golpe de sinceridad, ese árbol es hermoso y enrevesadamente lila.
Un detalle de color: convivo con una flor igual de lila desde hace dos días, no llama mi atención su arco de color porque la tengo ahora delante. Un compañero de trabajo me trajo esa flores idénticas a las de tu árbol recogidas del parque de cerezos, y el día que me lo puso en un alargado florero en mi mesa, a la izquierda de mí y de mi ordenador, yo llevaba esa misma misma fracción de color en la blusa. La simbiosis fue inevitable y mis ojos sencillamente se volvieron dos cerezas. No sorprende su color, bueno, sí, sí sorprende.
Ah, bautízale y cuéntale tu amor la próxima vez que te cruces con él. Estoy segura de que sus ramas aplaudirían tu sinceridad.
Precioso. Me parece que estoy corriendo el riesgo de volverme adictor a tu forma de juntar las palabras. Cósmicamente hablando, me gusta viajar cada día hasta otros mundos donde las realidades me hace estremecer. Volveré y volveré. Te lo aseguro!!!
Más que leer tu poema, lo he olido, lo he recogido entre mis ojos y he arrullado su color, cayendo en un profundo embrujo,
transportado al Big Bang creador
en un fuego vital, que tiñe todo lo gris humano.
Juanita lo sabe, y parece decir a su amado:¡búscate un arbol!, y engáñame con él.
Te amo.
yo también admito estar enamorada de ese árbol*
¡Que bonito, que bonito!...... cómo puedes contar las cosas que siento con esa frescura de la que soy incaoaz de hacerlo, estoy totalmente de acuerdo con Ricard, me encanta tu forma de juntar las palabras, muchos besos muuuchos de tu querida ANONIMA.
Que bonito y menos mal que al final nos dices de quién te has enamorado porque sino el pobre Pedro... En fin que escribes muy bien.
Un besito gordo.
¡Eres una maestra en generar tensión narrativa!. Un placer
Descubro tu blog desde el de Nuria, y me gusta.
Volveré con más calma.
Una suerte.
Yo estoy enamorado de una jacaranda concreta de Sevilla. Las quiero a todas, pero esa tiene historia, y es hermosísima, está situada con precisión en una esquina perfecta.
No me extraña que estés enamorada de tanta belleza Doma-do-ra de elefantes, jejeje.
Besillos elefantitos
Publicar un comentario