Querido Jose
Luis Gómez Recio, menuda broma final nos has gastado. Mira que marcharte
así, de pronto, cuando teníamos todavía tantas cosas de que hablar, tantas
tertulias pendientes, tanta poesía en el tintero.
Tu muerte, amigo, me pilló con las
maletas hechas para una de esas tournés de cuentos mías que tanto te
sorprendían y por las que siempre me felicitabas y te escribo ahora, tres días
después de tu marcha, porque es cuando he podido al fin sacar un poco de tiempo
para honrar tu memoria como te mereces y porque, si te digo la verdad, solo
ahora asimilo que te has ido de verdad y que no vas a volver de pronto, entre
carcajadas, con esa risa franca de papá noel guasón que te caracterizaba, para
llamarnos pardillos por habernos creído lo de tu muerte, esa sobre la que tanto
has escrito, mirándola a los ojos con irreverencia de poeta o de niño que nunca
acabó de crecer del todo, pese a la blanca y poblada barba que lucías.
Ay, amigo, ¡cuánto te voy a echar de
menos! Qué huérfanos dejas a tus poetas Diversos
y cuánto se echará en falta tu socarronería en las veladas poéticas veraniegas
de Guadalajara y de Torija. ¿Sabes? El día de tu funeral pensé que te habría
hecho mucha gracia el cura que te tocó en suerte para cantar (horrible y
literalmente) tus exequias. Al acercarme a darte mi último adiós, incluso me
pareció ver una sonrisa en tu pálido rostro que, a la sazón, imaginé como una
"mendocina" máscara (el adjetivo, como imaginarás, va por lo del Tenorio Mendocino Guadalajara). ¿Cómo iba a
ser verdad que te marchabas así, sin despedirte?
Aunque, pensándolo bien, para una
persona como tú, no se me ocurre mejor modo de dejar el mundo que este en que
lo has hecho: con la cabeza llena de proyectos, con los dedos echando humo de
tanto escribir, en pleno uso de tus facultades, sin sufrir ni hacer sufrir a
los que te quieren una larga y penosa enfermedad, sin perder la independencia,
el sentido del humor y la fortaleza física, habiendo vivido una vida intensa y
plena, llena de experiencias increíbles, habiendo escrito mucho y bien,
habiendo disfrutado del amor, de la amistad y de los placeres de este mundo.
Irse sin más, "a la francesa", sin dolor y sin miedo. Si se me
permitiera elegir de qué manera quiero dejar este "barrio" para
"pirarme" al otro, yo escogería la forma en que lo has hecho tú.
Perdona si derramé alguna lágrima, pero
fue puro egoísmo. Porque no me imagino un Arriversos
Festival de Poesía de Guadalajara sin ti en primera fila. Porque no me
imagino un sarao cultural sin tu abrazo y tu vozarrón saludándome por mi nombre
y apellido, como siempre lo hacías, cargando las palabras de cariño.
Se me ha quedado Sopetrán pendiente,
querido Recio. ¡Mierda del "ya
habrá ocasión"! ¡Qué rabia me da no haber podido recitar con el grupo el
día que, por fin, conseguiste organizar un acto allí!
Que sepas que este miércoles habrá
tertulia, como tú habrías querido, aunque mis azarosos horarios y mis viajes me
impedirán asistir. Sé que te prometí que lo haría de vez en cuando, y mantendré
mi promesa siempre que esté en Guada y mi trabajo lo permita. Aunque se me hará
cuesta arriba tu ausencia.
Esta foto que pongo me gusta mucho.
Estás con tu hijo, que es tu vivo retrato, y con la camiseta del grupo del que
fuiste alma mater.
Y aquí voy a parar, amigo mío, porque si
no me empezaré a poner blandita y a ti las ñoñerías te gustaban muy poco. Me
siento afortunada de haberte conocido, de haber aprendido de ti, de haber
podido escuchar algunas de tus muchas historias, de haber contado con tu
amistad y de haber podido hablar contigo por teléfono hace poco y decirte, como
siempre que te quiero ("se te quiere", solías decirme tú,
impersonalizando, por aquello que digo, de no ponerte cursi). Pues eso, José
Luis, que se te quiere. Nunca te olvidaremos.