Tiene tres años, diez meses y diez días y ya ha "escrito" su primer poema; fueron unos cuantos rayajos y garabatos en un folio que después "leería" a su "hijo" (el muñeco Lucas) cuando lo fuera a acostar. ¡Qué disgusto se llevó cuando su abuela, creyendo que aquello era sólo un papel sucio, lo tiró a la basura!; hubo que rescatarlo de urgencia, porque su autora no paraba de llorar diciendo “¿dónde está la
posía que he escrito a Lucas?”. En el colegio apenas les han empezado a hablar de las vocales.
"Pero ¿no me presentas?"
También recita de memoria un ovillejo que compuse para ella porque cada noche antes de dormirse pedía a su madre o a su padre que le leyeran “una
posía del libro que me está haciendo la tita" (ni que decir tiene que con tal demanda y expectación yo me puse manos a la obra y he terminado en un tiempo record el libro del que me siento más orgullosa). Al principio había que darle el pie para que ella respondiera a las tres preguntas preceptivas del poema, y aún así se atrevió a decirlo en público en un recital de adultos en la Biblioteca Gloria Fuertes, a la que va "a estudiar" (eso dice ella) todos los días después del cole. El recital era un acto familiar y entrañable organizado por la Fundación Gloria Fuertes y, aunque el público no era masivo -entre diez y quince personas, todos amigos y familia- sé de muchos que con 30 años no se atreven a ponerse delante de un micrófono frente un auditorio parecido. Ella se desenvolvió con desparpajo e incluso pidió ser presentada en el que para mí, desde ese momento, se convirtió en su primer recital; ese que no olvidaremos nunca.
Se llama Celia y dice que quiere ser
potisa como su madrina y como
Goria Fuetes. Hoy me ha llamado por teléfono ella sola para recitarme el ovillejo completo de carrerilla, se sentía orgullosísima, ¿imagináis cómo me he sentido yo?