No te he dicho que tengo siete arañas
trepando por mi muslo.
Aunque son muy pequeñas sé que te asustarías
querrías saber porqué he aceptado
servirles de alimento
que sus patas dibujen un pespunte de luto
sobre mi carne blanca
que tras beber un sorbo del vino de mi cuerpo
se quedaran dormidas sobre el beso de un lirio
y que no me moleste.
No te he dicho que eran
como huéspedes negras
el regalo escondido entre los pliegues
de un trozo apuñalado de cebolla.
Gracia Iglesias
Que manera más maravillosa de describir un acontecimiento un tanto accidental. Besos y saludos.
ResponderEliminarNo apuñales mi futuro, aunque sea accidentalmente,¡mocha al verdugo, hazlo inutil!, que no sea tan obsceno que rompa lo que tanto aman la madre que te parió y el padre que te fundó.Maravillosa forma de contarlo,no es extraño que la cebolla te hiciera llorar, estamos en el centenario de Miguel Hernández, y en algo se nota.,
ResponderEliminarUn beso.
Tu poema, ya sea en un contexto o de forma aislada, es precioso.
ResponderEliminarPero noto (y quizás me equivoco) que le falta una conclusión... aunque sea un verso que cierre la idea.
Un beso. Sigue escribiendo.
Puede que tengas razón, L., lo revisaré. Se trata de un poema recién escrito y no lo he repasado. No tengo costumbre de publicar poemas así, sin pulir, pero a veces una hace excepciones llevada por una necesidad interior en un determinado momento. En cualquier caso, gracias por visitar El Vals de los Elefantes, por tu comentario y por tu crítica constructiva.
ResponderEliminarUn beso.
Puedo amar esas arañas versadas?
ResponderEliminar:)
Las cicatrices son de aquellos que las aman.
ResponderEliminarYa decía Ramón Gómez de la Serna que la araña es la zurzidora del aire. Con siete arañas has tejido un poema inquietante (pespunte de luto, huéspedes negras, vino-sangre), pero que encuentro delicioso y sugeridor de otros significados.
ResponderEliminarTe felicito.
Un saludo.
Y gracias por visitar el blog, me alegro que te guste.
Miguel