No hay nada que me guste más que asistir a un acontecimiento
artístico, ya sea leer un libro, ver una película o una obra de teatro, escuchar
un concierto o visitar una exposición y, antes incluso de terminar, sentir la
imperiosa necesidad de compartir la experiencia con todas las personas a las
que quiero que sé que disfrutarían tanto como yo y estar ya deseando repetir.
Eso, exactamente, es lo que me ha pasado hoy mientras saboreaba con dos amigas
la magnífica exposición “Georges
Méliès. La magia del cine” que actualmente puede verse en Caixa
Forum Madrid, un estupendo montaje construido a partir de objetos animados
e inanimados, dibujos, fotografías, piezas de vestuario original, algún que
otro manuscrito y proyecciones de películas completas o fragmentos de la
filmografía de Méliès, así como de otras imágenes animadas que podríamos
considerar algo así como piezas de arqueología de la historia del cine,
pertenecientes a la a la Cinémathèque
Française que, según el folleto de la exposición, dispone de la
colección más importante a escala mundial de películas y objetos del director
que dejó tuerta a la
luna.
Para comprender la obra y el verdadero talento del genial
prestidigitador de la imagen en movimiento, que realizó más de 500 películas
entre 1888 y 1923 (y que a buen seguro habría seguido trabajando hasta su
muerte de no haberse cruzado en su camino la Segunda Guerra Mundial haciendo
añicos su fábrica de ficciones y maravillas) la exposición hunde sus raíces en
los orígenes mismos del cine: las sombras animadas, la linterna mágica, la
fantasmagoría y la cronofotografía, así como en el ilusionismo, la magia y la
fantasía, que fueron los tres condimentos fundamentales con los que Méliès aderezó
la fórmula de los sueños.
La exposición nos descubre al Méliès dibujante, ilusionista,
escenógrafo, coreógrafo, actor, al geógrafo de la imaginación que siguió los
mapas de Julio Verne para hacernos viajar a través de lo
imposible y llegar hasta la luna en unos cuantos fotogramas, al apasionado
hombre capaz de construir un estudio de cine de cristal, para poder aprovechar cada
minuto de luz natural del día. Ese polifacético creador cuya genialidad, simplificada
hasta reducirla a un solo fotograma que pasó a la historia del cine con tal brillo
que eclipsó a su autor, era prácticamente desconocida para muchas personas –entre
las que me incluyo– hasta que Martin Scorsese decidió
rendirle homenaje en 2011 con su película Hugo cobra
volumen y consistencia real a través de los objetos que cuentan su historia en
esta exposición. Aunque podría parecerlo, no se trata de un personaje de
ficción, sino de alguien real cuyo ingenio fue incluso más desbordante de lo que
dejaba adivinar el retrato pintado por Scorsese.
Es evidente que la muestra me ha gustado. La recomiendo encarecidamente con la recomendación de ir a disfrutarla con tiempo suficiente, por dos razones: la primera porque sólo yendo despacio se pueden saborear las proyecciones y accionar los praxinoscopios, estroboscopios y linternas mágicas; la segunda porque ahora para entrar en Caixa Forum hay que pagar entrada de modo que quizá alguno le dé pereza visitar la exposición dos veces abonando sus correspondientes tiques (aunque merece la pena).
Respecto a la no gratuidad de esta sala de exposiciones,
podría escribir aquí otro post completo, pero se me hace tarde. Tan sólo diré
que nunca he estado en contra de que la cultura se pague, antes al contrario,
considero necesario que la gente valore los hechos culturales y, por desgracia,
tengo sobrada experiencia para afirmar que cuando no se paga no se aprecia
suficiente el valor de las producciones culturales. Sin embargo, sí me choca la
forma drástica e inopinada en que se ha impuesto la medida, así como que no
haya bonificaciones para personas desempleadas o pensionistas (las que más
tiempo tienen para ver exposiciones y, por desgracia, también las que cuentan
con menos recursos para ello). Dicho esto, por supuesto, tal y como están las
cosas, prefiero que me cobren una entrada a que cierren las puertas de Caixa
Forum y abandonen el fabuloso edificio del jardín vertical, dejándonos
huérfanos de las excelentes exposiciones y la oferta cultural que hasta ahora
viene ofreciendo este espacio.
De paso lanzo un aviso a navegantes: disfrutad de La Casa Encendida y
de otros espacios culturales dependientes de la obra social de las cajas de
ahorros españolas que, tal y como está el patio, parecen abocados a desaparecer
o a replantearse su política de actividades gratuitas o a bajo coste.
ResponderEliminarInvitación - E
Soy brasileño.
Pasei acá leendo , y visitando su blog.
También tengo un, sólo que mucho más simple.
Estoy invitando a visitarme, y si es posible seguir juntos por ellos y con ellos. Siempre me gustó escribir, exponer y compartir mis ideas con las personas, independientemente de su clase Social, Creed Religiosa, Orientación Sexual, o la Etnicidad.
A mí, lo que es nuestro interés el intercambio de ideas, y, pensamientos.
Estoy ahí en mi Simpleton espacio, esperando.
Y yo ya estoy siguiendo tu blog.
Fortaleza, la Paz, Amistad y felicidad
para ti, un abrazo desde Brasil.
www.josemariacosta.com
Saludos, José María. Gracias por visitar mi blog y hacerte seguidor. Sin duda te devolveré la visita. Al igual que tú, disfruto compartiendo intereses con las personas a las que les gusta el arte, la literatura y la cultura, independientemente de su nacionalidad o circunstancias personales.
ResponderEliminarUn saludo.